por
marian pessah
Voy a empezar hablando de mí. No por
ego, sino porque creo que este es un tema desde el cual una piensa y se piensa
desde dentro.
Durante 10 años mantuve una relación
abierta con mi compañera Clarisse. Recientemente tomamos la decisión – nada
fácil – de separarnos. El objetivo es diferenciar nuestro amor profundo del
lado pareja, y seguimos viviendo juntas. Como nunca tuvimos una relación
convencional, era esperable que la separación tampoco lo fuera.
Por un tiempito, yo estuve
relacionándome con una chica “normativa”, pero ella no consiguió entender que
siguiéramos viviendo bajo el mismo techo con Clarisse y le quemaba la cabeza. A
veces, a pesar de ser muy conscientes, nos enamoramos de personas nada que ver.
Y eso me pasó a mí. La voz de ella empezó a ser como un zumbido social en mis
oídos. Los policías y cuidadores del sistema se manifestaban a través suyo.
Cuánta gente hay que se “enamora” de nuestras alas y llegan a la 2ª cita con
sus manos de tijeras, pretendiendo cambiarlo todo. Y una, abobada, va dejando
pasar cosas. Hay personas que desean ser diferentes, pero su necesidad de
entrar en las normas es tan fuerte, que acaban convirtiéndose en infiltradas.
Una frase que aparece en Facebook, de Simone de Beauvoir, lo ilustra perfecto:”El
opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre lxs propixs
oprimidxs”.
Quiero entender lo que nos
sucede a las mujeres con el amor, porque fuimos educadas para eso, para amar,
porque si no, somos unas mal amadas, como dice uno de los tantos
insultos con los que nos propina la sociedad normativa. Voy a intentar, en este
poco espacio, ver cómo funciona por dentro, así podemos desarmarlo mejor.
El proceso de la mala
educación
La hétero-sociedad capitalista y
monogámica inventa el amor romántico y asusta con el miedo, a las mujeres, de quedarse solas –
entre otras cuantas formas de control - y nos lo va inculcando a través de
músicas, lenguajes, literatura, cuentos de hadas, películas, etc. Veamos
algunos ejemplos: la canción “Minha namorada” compuesta por Vinicius de Moraes
y Carlos Lyra, en la cual el hombre le
dice a la mujer que para ser su novia tiene que hacer un juramento, el de tener
un único pensamiento, el de ser suya hasta morir. ¡SUYA! ¡Observen el nivel de
propiedad privada emocional! En una frase ya tenemos el casa-miento perfecto de
la heterosexualidad y la monogamia. Continúa pidiéndole que no pierda esa forma
de hablar despacito y hacerle mucho cariño y llorar mansamente sin que nadie
sepa por qué. O sea, mujer tiene que ser “femenina” - lo que implica sensible
entre otras “cualidades” - y obedecer las necesidades de su propietario. Si
esto es dicho por un poeta contemporáneo, cosmopolita y de izquierda, ¿qué nos espera del enemigo? Ahora
observen la internacionalidad del lenguaje patriarcal. En hebreo, la palabra
marido también significa dueño. Así como en español, esposa tiene dos
acepciones, la de mujer de y las que usa la policía para prender a los
maleantes. Entiéndase por ello que unos custodios del sistema prenden a los
malhechores, y otros, bajo el régimen héteropatriarcal, desean cas(z)ar a las
mujeres. Muy metafórico ese juego de palabras que aprisionan.
Podríamos continuar
hablando de los cuentos de hadas, ¡hay tantos! ¿Por dónde empezar? Por decir
que a tan temprana edad ya nos meten en la cabeza que por ser mujeres somos
diferentes, que vamos a tener que volver temprano porque a media noche toda la fantasía se desarma, o sea, la vida es
un teatro. Se pierde un zapato, cuando no se transforma un zapallo, y hay que
esperar, pasivamente, que venga el susodicho, puerta por puerta, a ver quién es
la merecedora del príncipe. Léase aquí: ¡Mujeres! ¡Compitan por un macho! Y va
a ganar la que tenga el pie más chiquito ¡¿Pie?! Miremos la sumisión ahí implícita.
Sabemos que cuanto menor es nuestra base, menor será el equilibrio, la mujer se
puede caer, ergo, no dispone de autonomía. Como dice Vinicius: ser sólo suyo
hasta morir. Tendremos un dueño y protector, ese es el premio.
Continuando con la
literatura, podemos visitar a nuestro vecino Pablo Neruda: “Me gusta cuando
callas porque estás como ausente / distante y dolorosa como si hubieras muerto”.
Maravilla de poema, ¿no? Me deja… muda, sin palabras. Todo lo que el poeta
quería, ¿no?
Volviendo a la vida cotidiana,
esta mala educación, produce un cheap en muchas de nuestras madres que
dice: “Ay nena, con ese carácter – léase rebeldía - nadie te va a querer”, entiéndase,
te vas a quedar sola. Y después de ver todo lo que nos puede pasar si alguien
no nos quiere, acaban mutilando la rebeldía de muchas mujeres y cambiándola por
manos de tijeras. Así, en lugar de tener una desorganizadora, el sistema gana
una cómplice. Mi madre me decía siempre que mi problema, era que yo pensaba
mucho y eso que ella no era el prototipo de la sumisión.
¿Queda claro – siguiendo
las enseñanzas wittignianas - por qué no me identifico como mujer y sí como
lesbiana? ¡Con L de LIBERTAD!
Cómo nombrarnos
Cuando recibí la convocatoria de la
Celebración de las Amantes, en la primera lectura rápida, en lugar de leer Anarquía
relacional, leí anarquía amorosa y me quedé con esa idea. Me gustó porque no
incluye la palabra amor (por esa razón le escapo al término poliamor, siento
que de alguna manera volvemos a caer en sus redes, así como ya no me identifica
el término amor libre), hablar de amorosidad en las relaciones, más allá de con
nuestra compañera sexo-afectiva, es un término más amplio, más comunitario, más
de vida. Me da la sensación de que abarcara el todo. También es positivo, cosa que la Ruptura de
la Monogamia Obligatoria – RMO, como yo llamaba a esta lucha, rompe pero no
propone. Es necesario, para un primer paso, poder detectar lo que no queremos
para poder buscar lo que deseamos y ahí, viene la anarkía amorosa y nos abraza.
Esta búsqueda de rever cómo
relacionarnos, tanto afectivamente, como sexualmente, representa la lucha más
radikal que puede enfrentarse a este sistema patriarcal capitalista. Porque nos
atraviesa el cuerpo, entra en nuestros sentimientos y se refleja en nuestras acciones
llevando a la práctica el mayor lema feminista: lo personal es político.
Barajar y dar de nuevo
¿Se puede, ideológicamente, estar
del lado del sistema, trabajar a consciencia para engordar el capital, e
intentar al mismo tiempo destruirlo amorosamente? Si viviéramos en una
comunidad sin propiedad privada en su fuerza de producción, ¿tendríamos los
mismos problemas?
Siguiendo el principio de lo que
esta mujer normativa pretendía de mí, era que yo saliera de mi casa y me fuera
a vivir sola. Entonces, a ver si entendí bien, yo debería trabajar más horas
para el sistema capitalista, para pagar un alquiler y más impuestos para así
poder destruirlo mejor. ¿Es eso? ¿O será que el sistema, a través de una chica
linda, pretendía fagocitarme? ¿No suena incoherente? ¡Cuidado! El enemigo trata
de meterse dentro nuestro todo el tiempo, a veces lo consigue, otras, no tan
fácilmente. En ciertos casos, algunas “infiltradas” pueden vestir cuerpos
“rebeldes” llenos de tatuajes y pearcings, recordemos que ellos no
representan una ideología en sí, al contrario, muchas veces puede caerse en la
rebeldía controlada por el sistema capitalista, quien exige consumo a cambio de una aparente desobediencia, al
mismo tiempo que mira mal a quien no se depila pues, entre otras cosas, su revuelta
no aporta al capital, a la industria de la depilación, peluquerías, Salones de
“belleza”, etc. Al contrario, deja de consumir precisando trabajar menos para
el sistema tendiendo más tiempo LIBRE para pensar, leer y aKtivar.
Retomando. Las trampas para
mantenernos controladas y calladitas son muchas. En lugar de vivir sola y
seguir caminando hacia la individualidad, ¿por qué no pensar colectivamente? ¿Por
qué a alguien que amé/o tanto, a partir de cerrar una relación amorosa la tengo
que empezar a odiar, me tengo que pelear? Nuevamente la competencia, el sistema
divide para reinar. Yo prefiero sumar que restar. Por suerte hay muchas
referencias de mujeres que terminaron sus relaciones afectivo-sexuales y
continúan viviendo juntas. Es necesario hablar de esto, vernos, darnos
existencia para cuando el opresor nos grite en la cara que eso no es normal,
una se sienta fortalecida y diga, ¿y a mí qué con tu normalidad? Por
eso, agradezco estos espacios que tanto nos fortalecen, donde nos podemos mirar
a los ojos, reconocernos, escuchar nuestras voces, conocer nuevas his/herstorias,
sentirnos.
Creo muy importante volver a un
punto que me parece crucial, el de la ética feminista y los cuidados
entre nosotras. Observarnos.
Por eso hablaba antes de la amorosidad que nada tiene que ver con el amor
romántico. Recordemos que fuimos criadas en una sociedad heterosexual,
monogámica, capitalista que frente a nuestras rebeldías hará de todo para que
nos cansemos y nos asimilemos a la manada. En nuestros espacios, en nuestras
comunidades es importante tener claro que lo que queremos es romper, desarmar
el sistema sin rompernos a nosotras mismas. En esta aventura maravillosa de las
anarkías amorosas habrá tantas respuestas y propuestas como personas en el baile.
Y recordemos que, aún entre las mismas actoras el tipo de música puede cambiar
y así, tendremos que rever nuestros pasos y ritmos. Para ello, es importante
estar comunicadas, expresadas; generar nuestros propios códigos. No hay
fórmulas ni recetas; no hay modelos, aunque cada vez estemos creando más
referencias.
Por todo esto me considero una pasajera
en tránsito. Creo que
la vida es una Gran Escuela a la que venimos a aprender, a errar, reaprender y
poner los conocimientos en práctica. Nada es definitivo, por eso me siento en búsqueda
permanente, en continuo movimiento, aunque no implique un constante equilibrio.
Porto Alegre, 30 de abril del 14