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quinta-feira, 31 de julho de 2008

22 kilómetros de vida



mariana pessah






El sábado estábamos en casa de María Rodríguez, una de las líderes del MST en Brasil. Luego del almuerzo, mientras tomábamos mate se me salió una de las grandes obsesiones que hace tiempo me acompaña, ¿qué es lo que hace que una mujer pobre, del campo, busque como salida la prostitución y otra de iguales condiciones, se aproxime al Movimiento de trabajadorxs rurales Sin Tierra y con Tierra? Ella se quedó pensando, estaba como ausente. Mientras tanto, una de las otras mujeres allí presentes arriesgaba alguna respuesta. Luego de unos minutos, MR parecía volver “a nuestro encuentro”. Las oportunidades, escupió casi sin pensarlo. Hay gente que no las tiene, hay personas que desconocen el camino. Hay quienes ven las noticias por la tv y se quedan sospechando que algo debe de haber detrás, y con el tiempo, van descubriendo diferentes atajos. Entonces hablaba de objetivo y persistencia.

Ella no lo sabía, parecía que estuviéramos hablando de diferentes épocas de mi vida. Una de ellas, la razón de estar viviendo en Brasil y mi proximidad a este movimiento social que tanto admiro. También de adolescente, cuando quería unirme al feminismo sin saber cómo llegar a las "mujeres en lucha".

Seguramente esta fue una de las razones por las cuales la marcha se extendió a 22 kilómetros. Mirando el mapa no se precisaban tantos pasos, pero la decisión fue desviarse y pasar por una favela. Mostrar la lucha, despertar los bichitos de la insurgencia, hablar, cantar y gritar a través de nuestras propias gargantas y puños. Visibilizar lo que la tv oculta.

La noche del 23 al 24 de julio fue maravillosa, inolvidable. Luego de un arduo día me fui a acostar a las 9 de la noche, horario extrañísimo para una urbana y porteña como yo. Tenía los huesos cansados, la cabeza revolucionada, necesitaba parar, descansar. Ese día no había sido uno más, tampoco lo sería el siguiente. Las luces se encenderían a las 4.30 hs porque a las 6.30 arrancaba la caminata a Porto Alegre.
Durante la noche me desperté varias veces, abría los ojos y respiraba LUCHA. Estaba durmiendo en el gimnasio de un sindicato junto a 600 personas, entre ellas, niñxs.
Como diría Bakunin, “respiraba por todos los sentidos y por todos los poros la embriaguez de la atmósfera revolucionaria”. Me sentía dentro de la lucha. No era una simple postura contra el capital, capitalismo, a favor de la igualdad de clases y mil opciones más.

Tal vez por eso mi cuerpo, el lunes siguiente, se manifestaría bravamente. Vomité durante horas, como no recuerdo haberlo hecho en 40 años. Algo necesitaba acomodarse.

Durante el día había pasado por la sede del Incra
[1] donde todavía se encontraban varixs sin tierra con quienes había compartido la caminata, algunas comidas, interminables rodadas de mate y conversaciones. “La gente de la marcha” estaba llegando. No paraban. La revolución no tiene día ni horario. Seguían denunciando las injustitas, el clasismo cotidiano. Mientras esperábamos ansiosamente su llegada, nos enfrentábamos, una vez más, con lo nervios de si la policía, la guardia militar y demás tropas de choque, dejarían entrar a nuestrxs compañerxs nuevamente a la sede del Incra, actual casa temporaria[2].
Mientras tanto, una acampada me contaba su miedo de ser herida, otro acampado me hablaba de sus 2 años y 4 meses de vida debajo de la “lona preta” – nylon negro con que se realizan las casas-carpas. No puedo, no quiero – decía con voz decidida – llegar a los 2 años y 5 meses. La única forma es estar aquí, resistiendo y luchando.

Mientras se especulaba con lo que podría suceder, la entrada se realizaba con total tranquilidad. ¡Y eso que el coronel Méndes acompañó personalmente toda la marcha por la ciudad!
Una hermana de la Pastoral de la Tierra recordaba que el odioso coronel un mes atrás, había dado la orden de golpear brutalmente a lxs compañerxs. Esta “persona” decía que sólo así se reacomodarían. “Y ya vio, no nos reacomodamos ni a los golpes ni nada”- se reía vencedora mientras abría su paraguas. Ni el agua bendita podía detener el movimiento en Porto Alegre.

Yo me quedé un rato más, abracé a mis amigas, conversé un poco, fotografié otro poco. Eran casi las 3 de la tarde y una larga fila se iba formando, plato en manos, para recibir el almuerzo. La columna acaracolada era debajo de la lluvia. Una madre cobijaba debajo de su abrigo a su pequeño luchador.

Me fui caminando con las manos en los bolsillos. No sentía el agua, sino innumeras contradicciones. La injusticia social calaba hondamente mis huesos.
Creo que tanta rabia generaría los vómitos de pocas horas más tarde. La necesidad de gritar, de llegar a todos lados, inclusive, dentro de las cañerías.

Julio de 2008








[1] Incra - Instituto Nacional de colonización y Reforma Agraria - En la semana del 20 de julio, se está realizando una movilización a nivel nacional en Brasil por la reforma agraria. El año pasado este instituto prometió asentar 2000 familias hasta el mes de abril en el estado de Río Grande do Sul. Sólo fueron asentadas – que recibieron tierras – 30 familias.
[2] Desde el jueves 24 de julio en Porto Alegre – Rio Grande do Sul – el MST okupó los 8 pisos del edificio instalándose con colchones y cocinas. Resistiendo y luchando.