Pesquisar este blog

domingo, 17 de junho de 2012

Efemérides en la Gran Ciudad


x marian pessah

Tremendo día de lluvia en San Pablo. Luego de días de mucho calor, el otoño decidió hacer su aparición triunfal.

Las condiciones climáticas te retrasan y las agujas del reloj se disparan, decidís imponerte a tu terrible flojera. Movés una pierna, luego la otra ayudada con las manos, como dialogando con vos misma, dándote ánimos, antes de que el día acabe sin haber comenzado.
Caminás las 14 cuadras hasta el metro Vila Madalena, varias de ellas, en pronunciada subida. Llegás y estás en la línea verde, te fijás en el mapa cómo llegar a la Estação da Luz.
Empujones y corrre-corre típicos de una gran ciudad te obligan a ir más rápido. Allí el tiempo corre y el que no, vuela. Finalmente te bajás en la dichosa estación. Como buena turista te quedás contemplando el precioso y singular espacio. Seguís caminando hasta que se acaban los carteles indicadores, venían muy bien hasta ahora pero no hay más, y la tan anunciada Pinacoteca no aparece. Una empleada del lugar te socorre.
Sucede que te equivocaste el camino, allí donde subiste era para haber continuado por la derecha. Ella sugiere que más adelante le preguntes a otra colega suya. Parece difícil, pero descubrís que no lo es. No eso, por lo menos.

Salís de la famosa e histórica Estação da Luz y te encontrás con un imponente edificio en la vereda de en frente. Sonreís, seguramente sea allí que está la tan aclamada exposición de Giacometti con sus 260 obras inéditas en Brasil. Ves muchos buses y empezás a imaginar turistas caminando hasta por las paredes, fotografiando con sus cámaras japonesas, inclusive, desde el techo. Mientras vas atravesando la gran avenida, te sorprende la puerta de rejas cerrada. Le preguntás a un señor si por aquí se entra a la exposición de Giacometti, lo mencionás para constatar que no te hayas equivocado de lugar ya que no ves carteles referentes a su trabajo. Sí, responde el hombre, pero está cerrado por falta de luz. Una sonrisa irónica se te escapa de la boca, en la Estação da Luz, usted me está diciendo que no hay luz. Eso mismo, vuelva mañana señora, responde muy serio.
Se te caen los hombros, te llenás de preguntas, de ... indignación, aunque comprendés que con tremenda lluvia ni la Pinacoteca, ni el Museo de la lengua Portuguesa donde pensabas asistir a los 100 años de Jorge Amado, estén iluminados.

Abrís nuevamente el paraguas. Los pies chapotean dentro de los zapatos, sentís un poco de frio y pensás que un café te caería de maravillas mientras reorganizás tu cabeza y tu destino. Buscás con la mirada ese imaginario refugio, se levanta un viento que hace volar cualquier deseo de turismo en la gran ciudad. Le preguntás a un empleado del Museo, - donde tampoco pudiste entrar - te dice que el único café que hay ahí, está (también) sin luz, que solo mañana, que podés llegar a encontrar un bar más adelante. Desistís. Bajás corriendo las escaleras del metro, ahora sos vos la que genera el empuja-empuja queriendo dejar cuanto antes la meca de la ilusión. Hacés el camino inverso, solo que te bajás en la Paulista, donde cafés y baños hay a montones. En los 20 minutos, aproximadamente, que dura el viaje, te secás un poco. Llegás a la estación Brigadeiro donde te bajás pensando en ir al Itau Cultural a ver qué exposición habrá. También tiene baño limpio y agua mineral para (re)llenar la botellita. Te asomás a la muestra de arte digital 6.0. No parece nada original ni diferente a lo ya visto. Salís más deprimida y decepcionada aún, olvidando cualquier agua posible de ser embotellada, frente a tanta caída del cielo.

Nuevamente abrís el paraguas y te escapás a paso apurado, como si algún punto del 6, pudiera perseguirte y alcanzarte. Los bolsillos se te están vaciando, eso te preocupa, las ciudades grandes son muy caras. Se te acerca un hombre, sin paraguas, vendiendo no sé qué, no le diste tiempo, él venía a ofrecerte algo y lo interrumpiste preocupada – no tengo plata. Él te consuela: ya va a mejorar. Lo miras y le sonreís, es lo mejor que te pasó en el día.
Volvés al ajetreo, a los paraguas asesinos que hay que esquivar, a sentir cómo se te siguen mojando los zapatos. A ver tanta gente que duerme en las calles y “no se importa” con el clima. Te sentís peor de vos misma. De pronto ves una gran librería y te sentís llamada – ¡volviste a verme! Dice todo entusiasmado un trabajador de la ONG salven lxs niñxs. No. Insistís, no tengo plata. Hacia tu izquierda, la gran librería sigue esperándote, abre sus puertas, te invita a entrar y te ofrece su mejor sillón, rojo. ¡Comodísimo! Te sentás junto a unos bellísimos libros de arte, uno de ellos, de Giacometti. Te sentís en otro mundo.
No todo está perdido en la Big City paulista.