Pesquisar este blog

sexta-feira, 10 de janeiro de 2014

Adèle, uma história sem rumo


por marian pessah



primero en lengua brasilera, más adelante en argentina

Finito o vestibulare, fui assistir o polémico film do verão: A vie d’Adèle, no seu título original, e aqui no Brasil, Azul, é a cor mais quente. Sinceramente? Parece que o diretor franco-tunisiano Abdellatif Kechiche, acabava de ver o kamasutra lésbico – dizem que também é feito por homens – e se decidiu a filmá-lo a partir da HQ “Azul” da jovem Julie Maroh. Mas, se é isso o que ele queria, são desnecessárias as 3 longuíssimas horas, fazendo o filme perder o foco de tudo. De que era mesmo que ele queria falar?

Várias amigas vinham comentando este filme do qual recebi notas escritas, e, até, perguntas de que achava eu ao respeito. Acho que só por isso fui a vê-lo, sinceramente, não me interessam as más traduções, nem interpretações hetero-machistas de uma escritora declarada lésbica e feminista.  

O filme começa bem, até. A Adèle é adolescente, ainda está na escola, e aparece numa aula de literatura. O professor, a partir de uma leitura pergunta axs alunxs se conhecem aquele sentimento; a sensação de que alguma coisa estivesse faltando. Isso acontecerá com a protagonista frente à pressão (das patrulhas hétero-sociais) das amigas do colégio, ter que sair com um menino bonitinho que não tira os olhos dela. Uma Adèle muito pouco convencida sai com ele, ficando nítida a pouca atenção que o bonitinho dava aos sentimentos dela. Mais uma vez, o que importa é como os homens se sentem, e não as mulheres. Essa sensação de falta de completude vai contrastar de maneira estridente ao conhecer Emma, a menina dos cabelos azuis.  Ai estarão os “cinco minutos” de paixão de que fala tudo mundo. O filme tem altos e baixos. Quando elas estão ainda se conhecendo há um clima de tensão instalado (interessante), sabendo que ambas se desejam; contudo, ainda não houve aproximação física. Porém, a partir do primeiro beijo, a câmera rompe todo ritmo típico de cinema francês e tem uma crise de cinema estadunidense. Aparecem as duas nuas em um ambiente que não sabemos onde é e sem nenhum tipo de preliminar. Esse será um dos três “grandes” momentos eróticos do filme. Desses que muitas pessoas estão debatendo sobre a classificação. Eu não acho que sejam imagens pornô. Simplesmente, são fantasias de um homem heterossexual, brincando de kamasutra; ou bem, imaginando o que duas meninas apaixonadas fazem na cama, e fora dela.

Em seguida vem as apresentações às famílias, deixando nítido que a Emma tem muito bem resolvida a sua sexualidade e na casa não há problema nenhum. Enquanto a Adèle aparece um pouco como quem “disso” não se fala. Porém, o padece. No começo com as mesmas patrulhas da escola, uma vez que a Emma foi esperá-la à saída, lhe disseram que andava em companhia de machorras e que agora tinha se transformado numa lambe-bucetas. Também, com as escusas que dava, mais tarde, ao seu colega de trabalho quando a convidava, reiteradas vezes, a sair depois da jornada.

Na versão livre do patriarca tunisiano, elas moram junto e reproduzem todos os papéis do mais convencional casal heterossexual e monogâmico. Ela, Adèle, é uma perfeita ama de casa; “ele”, Emma, lê na cama até que ela acaba de lavar a louça. “Ele” pode paquerar outras mulheres, mas quando ela é descoberta, acabará sendo chamada de puta (quanta originalidade!), e sendo expulsa da casa. Os dez mandamentos do patriarcado estão, sem exceção, no filme.  Adèle ficará arrasada. Por muito tempo, a veremos com suas constantes lágrimas, que por vezes, se misturam com o vinho branco que ela bebe, gerando uma peculiar meleca que nos deixa tristes. Já não saberemos se por estragar o vinho francês, por que o filme se alonga sem piedade, ou... ah, é, porque a nossa protagonista está triste, pois o tunisiano coloca a bela dama no lugar de quem ainda acredita seja no príncipe, seja na princesa azul. Mas, Emma pintou os cabelos de outra cor. A princesa azul se foi pela cloaca. Só restaram desventuras e tempo e mais tempo para dizer o mesmo, ou seja, que aquele vazio não é existencial é, simplesmente, que está faltando uma tesoura, umx editorx no filme, um roteiro!! E também, um pouco de respeito da leitura original que a escritora Julie Maroh, a quem ele não responde correios desde 2011,tinha feito.


Adèle, una historia sin rumbo

x marian pessah
agora em língua argentina

Finito el vestibulare, fui ver el polémico film del verano: A vie d’Adèle, en su título original, y aquí en Brasil, Azul, é a cor mais quente. ¿Sinceramente? Parece que el director franco-tunisino Abdellatif Kechiche, acababa de ver el kamasutra lésbico – que dicen que también está hecho por hombres – y se decidió a filmarlo a partir de la historieta “Azul” de la joven Julie Maroh. Pero para ello son desnecesarias las 3 larguísimas horas, haciéndole a la película perder el foco de todo. ¿Cuál fue el objetivo del Sr. Kechiche?

Varias amigas venían comentando este film del cual recibí notas, e, inclusive, preguntas de qué pensaba al respecto. Creo que sólo por eso fui a verlo, sinceramente, no me interesan las malas traducciones ni interpretaciones hétero-machistas de una escritora declarada lesbiana y feminista. 

La peli hasta que comienza bien. Adèle es una adolescente, todavía está en la escuela, y aparece en una clase de literatura. El profesor, a partir de una lectura pregunta a lxs alumnxs si conocen ese sentimiento; la sensación de que alguna cosa estuviera faltando. Eso sucederá con la protagonista frente a la presión (de los controles hétero-sociales) de las amigas del colegio, tener que salir con un chico lindo que no le sacaba los ojos de encima. Una Adèle muy poco convencida se dispone a asumir lo que sus amigas esperaban de ella, quedando nítida la poca atención que el galán daba a sus sentimientos de poco interés. Una vez más, lo que importa es cómo los hombres se sienten, y no las mujeres. Esa sensación de falta de completud va a contrastar de manera gritante al conocer a Emma, la muchacha de cabellos azules.  Ahí estarán los “cinco minutos” de pasión de los cuales habla todo el mundo. La película tiene sus altos y bajos. Cuando ellas están aún conociéndose hay un clima de tensión instalado (interesante), sabiendo que ambas se desean; así y todo, no hay, aún, aproximación física. Pero a partir del primer beso, la cámara – o el director - rompe todo ritmo típico de cine francés y le da una crisis de cine yankee. De golpe, aparecen las dos desnudas en un ambiente que no sabemos dónde es y sin ningún preliminar, o sea, derecho viejo. Ese será uno de los tres “grandes” momentos eróticos del film. Sobre los que muchas personas están debatiendo sobre su clasificación. A mí no me parecieron imágenes pornográficas. Simplemente, son las fantasías de un hombre heterosexual, jugando al kamasutra lesbiano; o bien, imaginando lo que dos jóvenes hacen en la cama, y fuera de ella. Con mucha pasión.

En seguida llegan las presentaciones a las respectivas familias, dejando nítido que Emma tiene muy bien resuelta su sexualidad y en su casa no hay ningún problema. Mientras que Adèle aparece un poco como quien profesa el viejo “de eso no se habla”. Aunque lo padezca. Al comienzo de la relación, con las mismas controladoras sociales de la escuela, una vez que Emma fue a esperarla a la salida, le dijeron que andaba en compañía de marimachos y que ahora era una chupa-concha. También, con las escusas que daba, más tarde, a su compañero de trabajo cuando él la invitaba, reiteradas veces, a salir después de la jornada.

En la versión libre del patriarca tunisino, ellas vvien juntas y reproducen todos los papeles del más convencional matrimonio heterosexual y monogámico. Ella, Adèle, es uma perfecta ama de casa; “él”, Emma, lee en la cama hasta que ella termina de lavar los platos. “Él” puede levantarse otras chicas, peros cuando ella es descubierta, acabará siendo tratada y llamada de puta (¡cuánta originalidad!), y siendo echada de la casa. Los diez mandamientos del patriarcado están, sin excepción, presentes a lo largo de los interminables 180 minutos.  Adèle se queda super mal. Por mucho tiempo la veremos con sus constantes lágrimas, que por veces se mesclan con sus mocos y el vino blanco que no deja de beber, generando una sensación de  tristeza. Ya no sabremos si por arruinar el flamante vino francés, si porque la película se alarga sin piedad, o... ah, sí porque nuestra protagonista está triste, pues el tunisino coloca a la bella dama en el lugar de quien todavía cree en el príncipe y/o la princesa azul. Pero Emma se tiñó nuevamente el cabello de otro color. La princesa azul se fue por la cloaca. Sólo restaron desventuras y tiempo y más tiempo para decir lo mismo, o sea, que aquel vacío no es existencial es, simplemente, que ¡¡está faltando una buena tijera, una edición al film, un guión!! Y también, un poco de respeto a la lectura original que la escritora Julie Maroh, a la que él no le responde correos desde el 2011, había hecho.