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domingo, 16 de agosto de 2009

Las puertas del armario y las olas de la mar


Aquí una nueva columna escrita para la columna de Soy,
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-926-2009-08-16.html

primeiro em lingua argentina, e abaixo em brasileira


Texto y foto : marian pessah

Hace unos días recibí un correo electrónico. Sin firma. Una mujer, - que a partir de ahora llamaré Marcela - me “pedía ayuda desesperada”. Le gustan las mujeres pero no se atreve a asumirse lesbiana, de hecho, esta palabra ni siquiera asoma en todo el e-mail. Me cuenta que se identifica con cosas que escribo y eso la anima a conversar conmigo.

Me pregunto qué es lo que hace, que en determinado momento, nos animemos a abandonar las jaulas sociales; quebremos los barrotes del miedo; desafiemos las amenazas de “no saber lo que nos pueda pasar”; para libertarnos de todo esto y hasta, en algunos casos, nos hagamos activistas y nos tatuemos hasta los brazos con símbolos de libertad.
Hace un rato, mientras hacía mi caminata en el parque, entre vuelta y vuelta veía a dos chicas que no llegarían a los 18 años. Se besaban apasionadamente, reían y conversaban sin preocupación de ser vistas. ¡Qué lindo! Yo sentía complicidad al verlas, aunque tácita. Es común en Porto Alegre – ciudad en la que vivo –ver chicas de manos dadas. Lo difícil, es encontrar esta pasión al pie de un árbol, más aun en épocas de gripe A, que las clases están suspendidas y los días parecen tardes de domingo.

Marcela cree identificarse conmigo, con la que hoy habla, la que escribe. Lo que ella desconoce, es que yo también me tragaba las palabras, escondía mis miedos y fui durante años, la rara, la misteriosa, la asexuada. Hasta que llegó un momento en el que no aguanté más el sufrimiento del silencio, de la soledad, la presión de tantas palabras atoradas en mi garganta. Y fui un volcán en erupción.
Así comencé mi activismo, fue el canal que encontré para empezar a sacar tantas palabras, conocer otras mujeres y lesbianas con las que podía identificarme. Al ir escuchándome, pude darle existencia a mis sentimientos, ellos iban saliendo a la luz y se iban revelando ante mis ojos.
Me quedé sorprendida el día que vi la expresión del rostro de mi hermana, cuando luego de una confesión, muy tímida y en voz bajita, le contaba que me gustaban las mujeres. Ella me miró con su mejor pregunta y me dijo, ¿y? ¿cuál es el problema?

En Brasil desde hace unos años, el 29 de agosto es el día nacional de la visibilidad lesbiana. Nuestro grito deja su huella en el calendario, la existencia lesbiana está viva y hablando, expresándose, caminando. Rompiendo silencios, como nos decía Audre Lorde.

Ojalá esta fecha animara a todas las Marcelas que aún están en la oscuridad de tantos armarios, siendo tragadas por los agujeros negros de donde no llegan las palabras, ni la voz, ni la visibilidad, puedan animarse a romper las barreras del miedo, a salir de tantos lugares no deseados. A vivir.
Algunas hemos descubierto que el mayor cautiverio, es el propio, el que está adentro nuestro. No estoy negando que haya familias que lo toman mal, a mi madre no le fue fácil, pero vivimos juntas el proceso de asumirnos, yo lesbiana, ella, madre de.
Años más tarde, una de mis tías me contaría una charla entre mi abuela, ¡la bobe judía! y mi padre. Ella – mujer de ochentitantos años - le preguntaba qué cosa lo ponía tan mal, cuál era el problema, si yo era una chica feliz. Y eso era lo que importaba.

Nunca me arrepentí de haber abierto las puertas del armario, al contrario, si pudiera volver atrás, lo haría antes.

Pienso que hasta la propia mar, a veces, se cansa de sus olas. Es parte de nuestro andar. Pero siempre está el momento en que podemos descansar y hacer la plancha.
Marcela, mar, ¿vamos juntas a nadar?

As portas do armário e as ondas do mar

Texto e foto: marian pessah

Faz uns dias recebi um correio eletrônico. Sem assinatura. Uma mulher - que a partir de agora chamarei de Marcela - me “pedia ajuda desesperadamente”. Ela gosta de mulheres, mas não se atreve a se assumir como lésbica. De fato, essa palavra nem aparece em todo o e-mail. Me conta que se identifica com o que escrevo e que isso a anima a conversar comigo.

Me pergunto o que determina que, num determinado momento, nos animemos a abandonar as gaiolas sociais, quebrar os barrotes do medo, desafiar as ameaças do “não saber o que nos possa acontecer”, para nos libertar de tudo isso e até, em alguns casos, nos tornar ativistas e nos tatuar até os braços com símbolos da liberdade.

Quando fazia a minha caminhada no parque, entre volta e volta, observava duas meninas que não teriam mais de 18 anos. Se beijavam apaixonadamente, riam e conversavam sem preocupação de serem vistas. Que lindo! Eu sentia certa cumplicidade, embora tácita, ao vê-las. É comum em Porto Alegre ver meninas de mãos dadas. O difícil é encontrar tanta paixão ao pé de uma arvore, mais ainda, em épocas de gripe A, em que as aulas estão suspensas e os dias parecem tardes de domingo.

Marcela acredita se identificar comigo, com a que hoje fala, a que escreve. O que ela desconhece é que eu também engolia as palavras, escondia meus medos e que fui, durante anos, a rara, a misteriosa, a assexuada. Até o momento em que não agüentei mais o sofrimento do silêncio, da solidão; a pressão de tantas palavras engasgadas na minha garganta. E fui um vulcão em erupção.
Assim comecei meu ativismo, foi o canal que encontrei para começar a expulsar tantas palavras, conhecer outras mulheres e lésbicas com as quais podia me identificar. Enquanto escutava, conseguia dar existência aos meus sentimentos, eles iam saindo a luz e se revelando ante os meus olhos.

Fiquei surpresa o dia em que vi a expressão do rosto da minha irmã, quando logo depois de uma confissão, muito tímida e em voz baixinha, contei que gostava de meninas. Ela olhou para mim com sua melhor pergunta e me diz: e daí? Qual é o problema?

No Brasil, faz alguns anos, o 29 de agosto é o dia nacional da visibilidade lésbica. Nosso grito deixa sua pegada no calendário, a existência lésbica está viva e falando, se expressando, caminhando. Rompendo silêncios, como nos dizia Audre Lorde.

Tomara que essa data anime a todas as Marcelas que ainda estão escondidas dentro tantos armários, sendo engolidas pela escuridão onde não chegam as palavras, nem a voz, nem a visibilidade, possam se animar a romper as barreiras do medo, a sair de tantos lugares não desejados. A viver.

Algumas temos descoberto que a maior prisão é a própria, a que está dentro de nós. Não estou negando que muitas famílias levem “a coisa”. Para minha mãe, não foi fácil, mas vivemos juntas o processo de nos assumir, eu lésbica, ela, mãe de.
Anos mais tarde, uma das minhas tias me contaria uma conversa entre a minha avó, a bobe judia!, e o meu pai. Ela – mulher de oitententetantos anos - lhe perguntava que coisa lhe fazia tão mal, qual era o problema, se eu era uma menina feliz. E isso que contava.

Nunca me arrependi de ter aberto as portas do armário. Como canta Ana Carolina, prefiro sempre, sempre correr o risco.

Penso que até o próprio mar, as vezes, se cansa das suas ondas. Faz parte de nosso andar. Mas sempre existe o momento em que podemos boiar e descansar.
Marcela, mar, vamos juntas nadar?




6 comentários:

mariana pessah , clarisse castilhos disse...

pena que não deu pra subir a foto em Soy. Mas, parabéns por essa linda reflexão. besito

Anônimo disse...

Muy bueno el artículo Marian, me gusta mucho la reflexión que haces desde tu propia vivencia. Un abrazo grande.

Jessica

radical desde la raíz disse...

brigadinha cla!!

y gracias, mi kerida Jessi!!
besos

Anônimo disse...

EXCELENTE, GRACIAS POR ESTE BLOG...LO DISFRUTO MUCHO

bicichunga disse...

Bravisima Marian!!Es una gozada leerte, disfruto muchísimo!!!Despiertas ternura, lucha, y mucha, mucha fuerza!!!
K grande conocerte!!!

Trifixie Mutante

radical desde la raíz disse...

mmm gracias TRixie!!
es bueno ese retorno, d aganas de seguir escribiendo.
un besote